La mujer ideal y su relevancia para todo hombre, incluso para los casados

3. Otra característica de la cualidad hacendosa de esta mujer es su diligencia para garantizar el confort y seguridad de los suyos.

Un par de semanas atrás me sentí amado y avergonzado al mismo tiempo por un comentario de Laleska. Mientras comíamos con unos hermanos, ella me exhortaba diciendo: “Eduardo, si se hace tarde quédate en la casa de mi mamá, para que no camines de noche por calles peligrosas”.

Pero lo mejor vino luego… ella añadió: “Mira, allá tienes una pijama, le dices a mamá que te la saque”. ¡Y lo dijo delante de los hermanos! ¡Que vergüenza! 

Todavía nos reímos de esta conversación, y sospecho que los hermanos se reirán por un tiempo (tal vez generaciones). Pero este momento me permitió ver esta característica de la mujer virtuosa en tiempo real. Ella es diligente para garantizar el confort y la seguridad de su familia.

La mujer de Proverbios 31 “No tiene temor de la nieve por los de su casa, porque todos los de su casa llevan ropa escarlata (Pr 31:21).

Sabemos por otros versículos del pasaje que es una experta tejedora (Pr 31:13,19,22,24), y parece que emplea sus habilidades para garantizar la comodidad y bienestar de su casa. Ella está atenta a la vestimenta que tiene cada miembro de su hogar para que estén preparados para el frío. Es una madre atenta y cuidadosa.

Esta cualidad es maravillosa. La imagen de Dios y el amor que nace de un corazón temeroso del Señor brillan en la vida de esta mujer. Ella considera la condición de cada miembro de su hogar para suplir sus necesidades y servirles con diligencia.

Este carácter atento y amoroso es característico del Dios de Israel. Él creó una tierra maravillosa y plantó un huerto que deleitaría y supliría toda necesidad del ser humano. Luego consideró la soledad del hombre y le dio a la mujer. Después de ser traicionado por ellos, los vistió con pieles de animales. De igual manera, cubrió a los israelitas (a pesar de sus murmuraciones) con una nube para protegerlos del sol y les guió durante la noche con una columna de fuego.

Al mirar a Jesús esta ternura se hace igualmente evidente. A las puertas de su tortura, Él se dedicó a consolar a sus discípulos diciéndoles: “La paz les dejo, Mi paz les doy; no se la doy a ustedes como el mundo la da. No se turbe su corazón ni tenga miedo” (Jn 14:27). Aun sabiendo que lo abandonarían se dedicó a consolarlos y prepararlos para su partida (Jn 16:31).

Con toda razón sus apóstoles desarrollaron un corazón atento y tierno. Como leemos en las palabras de Pablo a los gálatas: “Hijos míos, por quienes de nuevo sufro dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes” (Gl 4:19). Incluso Juan, el anteriormente llamado hijo del trueno, llego a decir: “Amados amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios” (1Jn 4:7).

El temor del Dios bondadoso enternece el alma y nos mueve a ser atentos y serviciales. Incluso los esposos debemos procurar esta cualidad. El apóstol Pablo nos llama a imitar a Cristo quien “amó a la iglesia y se dio a si mismo por ella” (Ef 5:25). También el rudo Pedro instruyó a los esposos diciendo: “maridos, igualmente, convivan de manera comprensiva con sus mujeres, como con un vaso más frágil” (1P 3:7).

Debemos procurar esta virtud exhibida por la mujer virtuosa y crecer en el temor de Dios que enternece nuestra alma.

4. Una cuarta característica de la cualidad hacendosa de esta mujer es la honra terrenal que trae a su familia.

Ella busca lo mejor para su hogar. “todos los de su casa llevan ropa escarlata. Se hace mantos para sí; su ropa es de lino fino y de púrpura (Pr 31:21-22). Su amor por los suyos se expresa en un deseo de cuidarlos con cosas excelentes.

Ella compra o teje prendas usadas por la realeza y viste a su familia. Administra la creación de Dios tomando sus productos más finos para vestir a los suyos y revestir de honra a sus allegados. La comunidad observa la apariencia admirable de su familia y reconocen la prosperidad de su trabajo y temor de Dios. 

Esto nos recuerda que los Proverbios enseñan que la diligencia y la prudencia generalmente enriquece a quienes las poseen. La sabiduría dice: “Conmigo están las riquezas y el honor, la fortuna duradera y la justicia” (Pr 8:18). Por esto la mujer sabia viste a su familia con las mejores prendas. El favor de Dios recae sobre su vida piadosa.

En este punto debemos recordar que los Proverbios son dichos generales, no promesas. Los Proverbios son semejantes a los refranes, tienen excepciones. Este libro contiene principios que bajo determinadas circunstancias se cumplen en la mayoría de los casos. No debemos esperar que se cumplan en todo momento, pero sí atesorar su enseñanza que indica que una vida esforzada y temerosa de Dios tenderá a la riqueza. 

Algunos principios laborales de los Proverbios son: 

“Pobre es el que trabaja con mano negligente, pero la mano de los diligentes enriquece” (10:4). 

“El alma del perezoso desea mucho, pero nada consigue, sin embargo el alma de los diligentes quedará satisfecha” (12:11). 

“El que labra su tierra se saciará de pan, pero el que persigue lo vano carece de entendimiento” (13:4).

De acuerdo a esto, una vida diligente y dedicada al trabajo tenderá a acumular bienes para el beneficio de su familia y para su propio disfrute.

Sin embargo los Proverbios enseñan que la riqueza es sólo una consecuencia de aquello que realmente debemos anhelar. Este libro no nos impulsa a las riquezas en sí, sino aquellas virtudes que enriquecen. El temor de Dios, la integridad, el trabajo diligente, la perseverancia y la excelencia son cualidades que tienden a la riqueza. Hacia ellas nos orientan los Proverbios (13:11;16:8).

De hecho, este libro presenta el amor por las riquezas como una cualidad dañina. Los dichos de los sabios dicen: “No te fatigues en adquirir riquezas, deja de pensar en ellas. Cuando pones tus ojos en ella, ya no está. Porque la riqueza ciertamente se hace alas como águila que vuela hacia los cielos” (23:4-5)

Al igual que el resto de las Escrituras, los Proverbios enseñan que un corazón apegado al dinero conlleva al pecado y a la pobreza:

“El hombre fiel abundará en bendiciones, pero el que se apresura a enriquecerse no quedará sin castigo… El hombre avaro corre tras la riqueza y no sabe que la miseria vendrá sobre él” (Pr 28:20,22).

El amor y el afán por el dinero es idolatría, un pecado abominable ante Dios (Cl 3:5). De hecho, es presentado como algo particularmente dañino en los escritos del apóstol Pablo: “los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchos deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores” (1Tm 6:9-10).

Nunca debemos poner nuestra confianza en las riquezas. Los Proverbios enseñan que “El que confía en sus riquezas caerá, pero los justos prosperarán como la hoja verde” (11:28)

También dijo el Señor: “aun cuando alguien tenga abundancia, su vida no consiste en sus bienes… no busquen qué han de comer, ni qué han de beber, y no estén preocupados. Porque los pueblos del mundo buscan ansiosamente todas estas cosas; pero el Padre de ustedes sabe que necesitan estas cosas” (Lc 12:15,29-30).

De acuerdo a las Escrituras, debemos huir del amor al dinero, y enfocarnos en el reino de Dios y su justicia (Lc 12:30). La piedad y la diligencia que resultan del temor de Dios serán recompensadas por el Creador de acuerdo a su bondad y voluntad soberana.

La mujer virtuosa se ha enriquecido por la bendición de Dios, no por su afán codicioso por el dinero y las buenas prendas. Su abundancia no llegó por el amor al dinero, sino por la diligencia, la integridad y el favor del Señor. Como dijo Salomón: “La bendición del Señor es la que enriquece, y Él no añade tristeza con ella” (10:22).

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