El diseño de Dios para los géneros
Cuando hablamos sobre el diseño divino para la familia muchos piensan de inmediato: “¡Que molestia!, otro estudio sobre machismo”. Y de alguna manera puedo comprender su reacción.
Las iglesias y sociedades tienden a confundir el modelo bíblico con las tradiciones que los cristianos asumimos en diferentes épocas de la historia. Por esto es frecuente encontrar críticas sobre “caricaturas” del modelo bíblico en lugar de evaluaciones de la verdadera enseñanza.
Pero tampoco es un secreto que la sociedad moderna procura eliminar todo pensamiento bíblico con respecto a los roles del hombre y de la mujer.
De acuerdo al pensamiento contemporáneo, el hombre y la mujer no deben ser definidos por roles distintivos, ni tampoco limitados por alguna estructura funcional procedente de la Biblia.
Actualmente, grandes poderes políticos y mediáticos procuran eliminar incluso la distinción entre los géneros, diferenciando entre lo que somos en nuestros genes y lo que somos de acuerdo a nuestros sentimientos.
Organizaciones como Hollywood, Netflix, la ONU, Facebook y Disney, promueven una agenda de-constructora de aquellos valores que han sustentado al mundo occidental por siglos.
Lamentablemente, algo o mucho de este pensamiento se ha infiltrado en la iglesia y familia cristiana.
Escribí esta serie de artículos con la meta de recordarte una vez más sobre la voluntad de Dios para nuestras familias y ayudarte a corregir este pensamiento moderno que contradice a las Escrituras. Pido que Dios utilice estas palabras para edificar tu fe.
En esta publicación consideraremos uno de los puntos más esenciales del modelo bíblico para los géneros: la dignidad igualitaria.
¡Comencemos!
La Biblia enseña que Dios creó a la humanidad de acuerdo a dos géneros de igual dignidad pero diferente función que se complementan para glorificarle y cumplir su propósito.
El libro del Génesis narra que la trinidad hizo al hombre “a imagen suya… varón y hembra los creó” (Gn 1:27). Esta es la raíz de la dignidad humana.
La dignidad humana es el valor que Dios le adjudica a toda persona y que demanda la honra y protección de su vida.
Dios es el Señor y juez de la creación. No existe un tribunal más alto que su voluntad. Por esto, sus decretos determinan los valores y anti-valores del universo.
Él ha revelado en la Biblia que su propio ser es el valor máximo de la existencia. Nada es más valioso y necesario que Él. “Todo ha sido creado por medio de El y para El. Y El es antes de todas las cosas, y en El todas las cosas permanecen” (Cl 1:16-17) (Neh 9:6; Sal 86:9-10; Rm 11:36; Ap 15:4); por ello su propia justicia demanda honra a cualquier expresión de su naturaleza.
El hecho de que Dios creara al hombre a su imagen y semejanza le ha conferido extraordinaria dignidad a la raza humana. La vida humana merece protección y honra porque (aún después de la caída) porta la imagen de Dios.
Podemos apreciar esto en las siguientes palabras de Santiago:
“[Con la lengua] bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a la imagen de Dios… Hermanos míos, esto no debe ser así” (Stg 3:9-10).
La imagen de Dios es un conjunto de atributos divinos expresados de manera finita en el ser humano. La racionalidad, afectividad y el carácter volitivo son algunos de ellos.
La presencia de esta imagen es la causa por la que la vida humana es especial en relación a la vida animal (Gn 9:1-5). Deshonrar o dañar al hombre de cualquier manera representa un ataque directo contra la imagen de Dios.
De hecho, Dios estima de tal manera la protección y honra de su imagen, que ha decretado pena de muerte para todo el cometa homicidio. Podemos leer esto en los escritos de Moisés y de Pablo:
“El que derrame sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada, porque a imagen de Dios hizo El al hombre”; “los gobernantes no son motivo de temor para los de buena conducta, sino para el que hace el mal… si haces lo malo, teme; por no en vano lleva la espada, pues es ministro de Dios, un vengador que castiga al que practica lo malo” (Gn 9:6; Rm 13:3-4).
Ahora consideremos esto en relación al tema de los géneros.
El hecho de que tanto la mujer como el hombre porten la imagen divina implica que ambos poseen la misma dignidad. No existe diferencia entre el embrión de una indígena y la vida de un magistrado. La dignidad de ambos es la misma y debe honrarse de la misma manera.
No existe un hombre superior a una mujer, ni una madre más valiosa que un embrión. Tampoco hay un joven más valioso que un anciano. Todos tienen el mismo valor básico porque portan la imagen de Dios.
Por esto, la opresión de cualquiera de los géneros, o de la vida en cualquiera de sus etapas, ya sea por causa de su debilidad, dependencia o singularidad, es un hecho condenado por Dios y redimible sólo por la fe en Jesucristo y el arrepentimiento.
No obstante, Dios creó diferentes funciones para cada género…
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