Israel y la Iglesia ¿unidos o separados en Cristo?

Puede que este sea el punto más controversial que presentaré. En Romanos 11, Pablo exhorta a los creyentes gentiles durante veintiún versículos a no envanecerse contra los judíos incrédulos porque Dios mantiene un plan de gracia para ellos.

El apóstol presenta varias razones por las que deberíamos anhelar la salvación de los judíos incrédulos y no enorgullecernos ante ellos. Personalmente creo que estas razones sugieren que Dios avivará a los israelíes incrédulos en el futuro. A continuación presento seis de ellas:

_I. En primer lugar, Pablo dice que deberíamos anhelar la salvación de los judíos incrédulos porque el beneficio de esto sería aun mayor al que hemos recibido a causa de su incredulidad *(11:12-15).*_

_II. Segundo, la salvación de los judíos incrédulos es factible porque la obra del Mesías judío es más familiar para ellos que para los gentiles *(11:23-24).*_

_III. Tercero, la incredulidad generalizada de los judíos se debe a un juicio temporal de Dios, por ésto Dios puede revertirla *(11:25-27; Comp. con Zc 12:10).*_

_IV. En cuarto lugar, Pablo afirma que Dios los restaurará por amor a sus padres físicos: Abraham, Isaac y Jacob *(11:28-29).*_

_V. Quinto, el apóstol afirma que las promesas que los judíos incrédulos recibieron a través de sus padres son irrevocables *(11:29).*_

_VI. Por último, el apóstol enseña que Dios se propuso encerrarnos a ambos bajo su gracia al evidenciar la enorme desobediencia e indignidad de ambos judíos y gentiles *(11:30-32).*_

Muchos pastores y teólogos que admiro, enseñan que cada una de estas razones se cumple en la salvación del remanente judío dentro de la iglesia. Pero junto a otros creyentes y maestros bíblicos, creo que Romanos 9-11 presenta un contraste claro entre el remanente judío y los judíos incrédulos, y que especialmente el capítulo 11 aplica estas razones al pueblo incrédulo de los judíos.

Pero independientemente de la postura que tomemos, Romanos 9-11 nos enseña que debemos amar a los judíos incrédulos, orar por su restauración y no enorgullecernos ante ellos sabiendo que sólo hemos creído porque Dios nos escogió soberanamente a pesar de nuestra desobediencia.

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